Lo supe desde el primer momento: las mataba callando. Mi fijación por él creció con los años porque me obsesioné con esos labios carnosos que susurraban desde el silencio aventuras prohibidas. Su mirada lánguida de ojitos tristes y vidriosos era un inquietante mix entre Forest Whitaker y Quique San Francisco: confirmado, estaba ante un Don Juan peligroso. Cuando lo observaba embelesada sentía repulsión y curiosidad a partes iguales pero no podía dejar de hacerlo
Esta siniestra fascinación comenzó con mi primera visita al Museo del Prado hace ya muchos años. Mientras los visitantes se arremolinaban frente a las Meninas, los voluptuosos labios de Felipe IV me tuvieron hipnotizada más de 15 minutos como si sus ojitos de cordero degollado con blefaroptosis lanzaran rayos paralizantes invisibles. No contento con eso, el Rey Pasmado continuaba observándome con descaro desde los otros tres lienzos de la sala 12. Ya nunca pude olvidarlo y desde entonces, cada vez que visitaba el Prado, la cita frente al retrato del penúltimo de los Austrias se convirtió en un rito ineludible.
No había marcha atrás, tenía que investigar. Me entregué a la cerveza y a la lectura de artículos en Google sobre el misterioso monarca y marché por las montañas del saber a la busca y captura del secreto escondido en su lánguida mirada. Total, resumo: mientras los más conservadores argumentaban que el Rey Planeta, sólo fue un monarca angustiado y sin suerte que luchó por mantener a flote un reinado repleto de guerras y trampas políticas mientras se ahogaba en dramas personales, los más osados afirmaban que que el rey cedió sus poderes al Conde Duque de Olivares para poder disfrutar de los placeres carnales y trincarse sin discriminación a damas nobles y plebeyas como si no hubiera un mañana. Dicen también que Felipe IV fue un rey atormentado que compatibilizó las desenfrenadas correrías de Don Juan con los remordimientos por sus pecados libertinos y el temor al castigo divino. Pero el tema es que, mientras Diego Velazquez lo retrataba como un rey sobrio, reservado y discreto, el Conde Duque favorecía la querencia del monarca al despiporre y los rolletes para poder mantenerlo alejado de la gestión pública. Y yo, no quiero presumir de que lo sabía sin saberlo pero lo sabía. Lo sabía de la misma manera que todo el mundo debería saber que Felipe IV merece una camiseta
La camiseta de Felipe IV
Llegamos donde quería llegar. Creo que es el momento de responder a la pregunta más repetida en mis RRSS durante la última semana: ¿Cuál es la relación entre el monarca, los flamencos y el Grand Torino del 75 de Starsky y Hutch? Mi misión es vender muchas camisetas y sudaderas de Brillo Te Chinchas que para eso las he diseñado, así que debería contaros una historia repleta de anécdotas y asociaciones extravagantes que-hilasen-con-ingenio-una-argumentación-brillante-para-poner-en-evidencia-mi-tremenda-creatividad-y-al-mismo-tiempo-que-impactasen-directamente-en-vuestra-mente-y-os-hicieran-sentir-la-necesidad-imperiosa-de-comprar-la-camiseta-de-Felipe-IV-para-convertirlo-en-el-rey-más-kitsch-del-streetwear.
Bien, no hay nada de esto. Ni historia, ni creatividad brillante, ni neuromarketing. Tengo que decir que la idea de diseñar la camiseta surgió al asociar los carnosos labios de Felipe IV con los de Huggy Bear, el soplón de Starsky y Hutch. Luego pensé en algo que escandalizara hasta convulsionar a los historiadores conservadores y tuve una visión: Felipe IV maquillado a lo Divine y conduciendo el Grand Torino a 100 por hora por Gran Vía dirección Trujillos rumbo a una orgía en el Strong ¡Qué maravilla! Lo de aderezar la cosa con flamencos era por hacer un poco el macarra y ensamblarlo todo de manera muy fluida pero sutil, con la caspa detectivesca de Miami Vice.
Venga, ya me voy. Pero antes os cuento dos cositas que no sabía del tocayo del Borbón preparao. (Aquí debería fingir vergüenza por mi ignorancia)
Cosa 1: El cuadro de Las Meninas retrata a la familia de Felipe IV: el monarca y su sobrina – segunda mujer, Mariana de Austria se reflejan en el espejo mientras en la escena principal la Infanta Margarita y sus meninas son retratadas por Velázquez. Este cuadro siempre me había fascinado por la maravillosa presencia de dos sirvientes de la corte con diferentes tipos de enanismo, sin duda los auténticos protagonista de la obra: Mari Bárbola, la enana acondroplásica y Nicolasito Pertusato, enano italiano que terminó siendo ayudante de Cámara del rey. Nunca me interesó el nombre del monarca ni de su señora esposa, ni el de las meninas peluconas ni el de la repelente infanta.
Cosa 2: Felipe IV fue el padre de Carlos II el Hechizado, último rey de los Austrias y causante de la extinción de la rama española de los Habsburgo. Carlos II era hidrocefálico, impotente y padecía síndrome de Klinefelter a causa de los sucesivos matrimonios consanguíneos, esas reiteradas fiestuquis endogámicas de la familia Real.
Y ya.
Ahora sí, bye!
– Camiseta Felipe IV de Brillo Te Chinchas
– Pantalones de Stradivarius
– Biker de Zara
– Zapatillas Converse
– Gafas Ray-Ban