Todos los rizos bailan al viento mientras la brisa del mediterráneo acaricia mi piel bronceada. En ese preciso instante, miro Instagram y tengo 800 seguidores más que hace 5 minutos. Siento que estoy viva y deseo que se detenga el tiempo. En un inquietante derroche de imaginación busco una roca para inmortalizarme a lo Sirenita de Copenhague antes de que los putos-niños-vecinos-de-toalla me despierten. En mi sueño, la vida me sonríe. Edvard Eriksen, no.