Por fin puedo decir que Brillo te Chinchas ya está en marcha y una de dos: o mis camisetas os han gustado de verdad o vuestra hipocresía no tiene límites, que también puede ser pero no quiero pensar en eso ahora porque tengo que contaros una historia, la historia de la camiseta Poderosa.
Hace muchos, muchos años, cuando me separé, me fui a vivir a casa de mamá Marga. Era un piso centenario y raro, como ella. Olía a incienso y a madera vieja. En el aire flotaban recuerdos narcotizantes de jazmín blanco y tabaco negro mezclado con pintura al esmalte. Mi abuela lo llenó de colores, vírgenes y absurdas obras de arte anónimas que habían sido rescatadas de rastros y chamarileros y lloraban la belleza de los objetos abandonados en el tiempo.
Un piso enorme en la Latina puede ser considerado como un privilegio en situaciones normales, pero cuando lo heredé, supe que se había producido un milagro y que mamá Marga se equivocó estrepitosamente al decidir morirse en el momento más inoportuno: yo acababa de separarme y necesitaba volver a mis orígenes pero no de aquella manera. La muerte de mi abuela fue maquiavélica y autoplanificada, minuciosamente elegida a la carta por ella y puesta en práctica durante las cinco semanas previas.
El día que le comuniqué que iba a dejar a mi marido, la madre de mi madre, sonrió de forma enigmática:
– Ya era hora. Tienes que olvidarte de ese maldito mamonazo eunuco y pusilánime y borrarlo de tu mente como si nunca hubiera existido.
– Hace tiempo que eso está hecho.
– Nena, debes venir a vivir a esta casa.
– No sé si es muy buena idea, mamá Marga. Debo empezar de cero y aprender a vivir sola.
– Pues vas a tener un problema porque yo siempre estaré contigo aunque creas que estás sola. Ha llegado el momento, baja a la tienda de Rosa y cómprame diecisiete botes de pepinillos agridulces, de los pequeños.
¿Pepinillos agridulces? Maldita vieja loca, no sospeché nada
Me había casado contra mi voluntad, por la iglesia y de blanco. Asistieron al convite quinientos sesenta y seis invitados radiantes y mi abuela Marga, vestida de rojo sangre y con mueca de mal augurio. A los seis meses me separé. Aquel inteligente hombrecillo de facciones napoleónicas y castellanos con bellota se evaporó de mi vida borrando todo rastro de dolor mientras delegaba en su abogado, ese que se estaba tirando, la farragosa tarea del reparto de bienes.
Algunas veces, la vida nos sorprende y aunque los acontecimientos discurren vagando en círculos, atravesando el desierto a la pata coja o sobrevolando kilómetros de lágrimas entre nubes, siempre cruzan la línea de meta en el instante preciso. Y de pronto todo cobra sentido. Las personas que desaparecen de nuestra vida es porque en realidad nunca estuvieron allí.
Diez minutos después de firmar el convenio de separación que me dejaba sin un duro, mamá Marga llamó por teléfono con voz misteriosa:
– Nena, eres poderosa pero no sabes que lo eres. Entérate ya, coño. Y recuérdalo siempre
Después engalanó todos los balcones con mantones de Manila amarillos y rosas, se enfundó ese vestido de gala que sólo se puso una vez, se tumbó en la cama, aspiró con fruición el humo de un Ducados y decidió dejar este mundo en silencio, con una sonrisa traviesa en los labios tal y como su madre le contó que había llegado a él. Se extinguió sola, despacito, sin ruido ni dramas. La encontré al día siguiente velada por las 85 vírgenes que habitaban la casa y ahora rodeaban su cama como en un jardín mariano. Y en diferentes versiones, La Virgen de la Paloma, la Virgen de los Desamparados, la Virgen del Sagrado Corazón, la Virgen de Regla y la del Carmen, habían abandonado pasillos, paredes y estanterías y ahora contemplaban, enigmáticas, el frágil cuerpecito de mi abuela perdido entre la seda roja deĺ vestido que lució en mi boda. El médico dijo que murió de anemia. Tenía 85 años y dos pepinillos agridulces en el estómago.
Esta historia no es real, forma parte de un libro que nunca me publicaron porque Planeta me dijo que tenía muchos personajes. Demasiado caótico, supongo. No sé hacerlo de otro modo. Mamá Marga no era mi abuela, ni tenía una casa en la Latina, ni murió suicidándose con pepinillos agridulces. Pero ella vive en mi mente y es poderosa. Como yo. Como tú. Porque ahora sabes que lo eres. Recuérdalo siempre
La camiseta Poderosa
Poderosa es una superheroína con superpoderes secretos y camiseta amarilla que todavía no sabe que lo es. Poderosa es nuestro homenaje a tod@s las que se atreven a ser ell@s mism@s. Poderosa es combinar amarillo limón y rosa
Poderosa también es llevar una carrera en la pierna derecha y que te de igual:
Poderosa es vivir como quieras y morir como te de la gana. Es ponerte un gorro de flores de goma en la cabeza
Te lo estoy diciendo y no quieres creerme: es una camiseta mágica. Ayer me la puse y volé. Y bailé. Y por alguna extraña razón sonaba Guantanamera en mi cabeza. Y me gustó.
La camiseta Poderosa puedes encontrarla en Brillo Te Chinchas. El cinturón es de Vintalogy, las botas cowboy de Giuseppo y la falsa de Zara Kids de hace millones de años luz.